martes, 20 de octubre de 2009

¡Ya es primavera en el Corte Inglés!


¡Alegría en los caminos!
Nace
en cada balcón
un sueño,
una promesa,
un cielo tan puro que deslumbra.

En cada esquina
una palabra,
un sentimiento
impronunciable
porque brilla.

En cada árbol
un millón de flores,
un billón de golondrinas
que vuelan sobre los ojos volcados
de nuevo en su Tierra Madre
y la pisan cautelosos.
En cada recodo,
bajo las piedras,
asoman, afanosas,
las hormigas,
y plácidas y bellas,
reposan sobre las flores
las mariquitas rojas y negras,
jugando con los niños.
Pero,
desde lo más profundo
nace un monstruo,
arranca las rosas,
se viste con ellas,
asesina los pájaros,
se viste con sus plumas,
roba el cielo,
lo vende impuro,
de segunda mano,
y se proclama dueño

del viento y de las flores,
de los recodos y las mariquitas,
y juega con ellos a ser destino.

Ella ve su nombre con grandes letras
y pretende cubrirlas con su manto de claveles
pero los muros de cemento la rechazan.
Entonces sube a la última planta,
la que no se ve, y mira, invisible
a través de ojos electrónicos
cómo gente afanosa se disputa
por un puñado de metal adulterado
lo que ella siempre regala.

Y llora.

Se acerca,
cautelosa,
a la puerta
privada,

reservada,
oculta,
donde alguien
decidió
que ella nacía
y entra sin llamar.



Nunca imaginó
que la esperaban,
que aquella gente
le lanzaría una red
para atraparla
y venderla
por un número inexistente
de un trozo de plástico.

Ella
corre,
huye,
busca
a sus hermanos.
Llueve, graniza, truena,
el sol vengador abrasa,
el viento compañero
furioso recorre las calles
y los humanos lloran
encerrados en sus casas.
( Ellos
amplían su oferta
con chubasqueros y paraguas,
servicio a domicilio,
y se pintan una sonrisa
como si no pasara nada.)


Se siente derrotada.
Llueve y los niños
no juegan en la calle.
Hace sol y el mar sufre
una invasión anticipada.
El viento sin querer
aviva cualquier fuego
y la tierra, inocente, vuelve a arder.
Con paso grave, preocupado,
camina de nuevo
entre las gentes
que no se han percatado
de la cruenta batalla
y siguen creyendo
que ella vive
en la planta de la moda
construida
con piel robada,
y reflexiona,
medita,
le da vueltas, le da vueltas,
y decide
combatir con sus propias armas.


Se disfraza de persona,
busca contactos,
se prostituye,
se arrastra,
sufre.

Y al final de su búsqueda,


tiñe de fuego y metralla las paredes de cemento,
las llamas devoran todo,
el cemento se deshace, se funde
¡ Reina en la tierra el dios de los Avernos!
Hay quien se queja,
quien mira desde fuera,
y cree
que la justicia no es ésto.
Y quien sonríe.
Siempre hay alguno
que se alegra.




Al año siguiente,
cuando ella ha descansado
vuelve,
y ve su nombre escrito con grandes letras
que pretende cubrir con su manto de flores.
En la puerta,
un ramito
de orquídeas deshechas.

Pero decide
repetir hasta la victoria.

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