lunes, 26 de octubre de 2009

Abalanzándose

Dormir el sueño injusto, inquieto
al que el pie no se acostumbra,
dejarlo tan eterno que se diluya
y que mañana, o pasado, al abrir
de lejos el agua que se encoge,
sea otra forma desencajada la que mire
los desolados amaneceres sobrevenidos.

De latir, la mente se sugiere
una galaxia con estrellas imprecisas
que confunden los evos con eones
y ralentizan los fueguitos con palmeras.

De nada sirvieron los frugales torbellinos
para los mares indómitos, o imponderables,
y no resta ayer más que desplegar telones
o huecos, o paredes.

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