Me ha dado por intentar hacer pequeños vídeos y subirlos a youtube... Mientras espero que se me pase, pongo aquí los tres que he hecho de momento. No son gran cosa, pero entretiene hacerlo.
¿Dónde están los trozos que me faltan? ¿Dónde las llagas? Tal vez vuelen en ese lugar difuso que siempre olvido mirar, o en un verde extraño que varíe de signo con las tormentas a cambio de un instante casi puro.
Tal vez debajo de ese montón de espinas renqueantes que codician almas juguetonas a las que nunca supe hablar del todo.
¿Cuáles son los trozos que me faltan? No sé, solo duelen. Tal vez ni existan o fueron un pequeño paseo, un sol intermedio, intermitente, tan casual que puede que hayan olvidado el camino a la casa que nunca tuvieron.
De otras autovías queda la estela amarilla de un roto desgajado que da por sobreseído el mero hecho de ser el único azumbre de centeno que todavía camina por este golfo.
Puede haber uno, dos vahídos entre salto y sapo, o flor argéntea: ¿Qué, si no, define mejor el violeta? Un resquemor casi vapuleado por dentro y un difundir obtuso de sangrantes mareas.
A veces el destino, o el azar, o lo que sea, te gasta putadas gordísimas, y acabas maldiciéndolo a él, o culpándolo a él por no culparte a ti mismo. Otras, sin embargo, te gasta bromas tan sutiles,te lanza guiños tan finos que cuándo los pillas, si es que te llegas a dar cuenta, no puedes hacer menos que reírte, aunque sea entre dientes.
Lo peor es ahora. Me dijeron que el tiempo y todas esas cosas. Promesas, solo promesas tan vacuas como las mías.
Ayer, al menos, podía ocultar mi rostro un momento, liberarme un segundo mirando hacia otro lado. Apenas bastaba un suspiro.
Ayer veía manos amigas que me abrazaban sin preguntas y yo no tenía voz para las respuestas y no pasaba nada. El mundo tenía un orden perfecto que era mentira.
Y yo me aferraba a la tabla vacía de un dolor sin nombre que no dolería.
Pero la venda estaba sobre la arteria equivocada y la sangre sigue fluyendo como el primer día. Y ahora las manos se me tienden amigas y yo cruzo los brazos me acurruco busco en un rincón aquel otro silencio maldigo cada frase cada palabra cada suspiro que exhalé cuando no podía que dije cuando no debía. Y cierro los ojos y ansío las lágrimas y solo veo la eterna lista de promesas no cumplidas y busco una, solo una a que aferrarme que me devuelva la sonrisa aunque sea solo por un instante y quiero estirar los dedos rozarla un momento aunque sea de aire y sin embargo, tiemblan mis labios se encogen mis manos vuelvo a mi mismo vuelvo a la nada al fin y al cabo es el camino que me he marcado. Alzo la vista contengo la rabia y no veo ni una promesa cumplida siquiera soñada veo que no supe ofrecer nada y se me agolpan los gritos en la garganta. Pero ya no es tristeza es solo ira, es solo ganas de terminar con todo mandarme a la mierda dejar estallar mi maldito cerebro arrancarme de cuajo el montón de excrementos al que llamo alma dejar de ser yo olvidar que he existido, borrarme del planeta. O simplemente acurrucarme despacio, acariciarte los labios como si de todo esto no hubiera pasado nada.
El héroe que no supe ser siquiera el asomo, me está mirando desde el otro lado repitiéndome las hazañas que no hice, las fechorías que no detuve, los mundos que no salvé.
No recuerda si hice algo bueno alguna vez. Tal fue su derrota, tal fue mi fracaso. No hay lugar ya para ir a tomar la última, toda la cera está repleta de cristales rotos y a esta calle el barrendero nunca llega.
Se retuercen las noches sobre el hielo, panza arriba, buscando la luna que se fue como una brisa en un tiempo lejano dejando las mareas fugándose por los bordes de un mundo anillo imaginario.
El tambor continuo tañe en el fondo de este agujero indiferente, donde solo hay todavía más oscuridad devorando lo ya negro y se estrella una y otra vez el muro de la esperanza.
Removiendo con el ariete infinito de la nada la realidad vuelve a situarse en cada recuadro, no fue nada más lo soñado que lo vivido y en la balanza rota tal vez cupiese otro verso. Nunca se sabrá. Nunca se sabrá.
A este lado del paraíso, en esta parte del silencio, las pequeñas felicidades van y vienen, mutiladas, esperando a girar los ojos y ver allí aquel otro rostro que todo lo ocupa.
Pero no. Y sin embargo, todo sigue. Amanece, que es bastante, y al final el sueño surge, extendiéndose cómo un manto por el tiempo. Y el olvido se va llenando de otros recuerdos que no olvidan, pese a todo, pero van siendo ya otros.
Miro a los ojos arrancados del perro que acabo de atropellar en ellos, su último recuerdo: Sangre humana goteando entre los dientes y un llanto lejano que se ahoga en el cieno.
(Fuera, el sol, los pájaros, la tarde temprana que anuncia que se acerca el invierno)
Rasgo con las manos desnudas la máscara de heces que cubre ese rostro demacrado y arrojo una por una a las llamas las dos o tres esperanzas que atesoraba para los tiempos de miseria.
(Allí canta un ave, allá se besan los viejos amantes)
Pisoteo adrede este montón de hojas sueltas donde ayer mismo escribía mis anhelos. Hoy son basura, y hieden de tal forma que sólo puedo ver mi rostro en ellos.
(Se mecen suaves los árboles al viento. Se acurruca el mundo vencido por el sueño)
Naves ardiendo justito al lado, terrores adolescentes, o no tanto, que llaman por teléfono a líneas inexistentes. No somos más que pedazos de otros siglos y navegamos contra corriente en fangos reptilianos.
Bajo cubos de basura casi azules los caminos se bifurcan a millones cómo una lluvia de rupturas casi milésima que vuelve a azotar con mano de espuma los naufragios.
Y un millón de laureles avanzan ahora raudos cómo una pandemia de fracasos en cada dirección no elegida en que el cartero nunca dejará una carta.
Desde la cima, cómo un terrón de sueños, se regocija una ausencia destrozada por el choque imperceptible de un asteroide alcoholizado o un tren fulgurante sin aire en las entrañas.
No recoger la rabia en dulces bandejas ni llorar los minutos entre amarillos desbocados, he aquí el problema. Hay mañanas en el mundo que giran sobre su vientre y entran en barrena hacia el imposible sin mirarlo para deshacerse en gotas un segundo después de tocar el suelo.
De aquí, al infinito, tal vez una milésima más lejos, para verse irremediable en un error que arranca las sienes a tiras y el hielo a latigazos.
Golpe a golpe, puño a puño, los nudillos son pulpa, sangre. Los ojos, marcados en rojo, la mandíbula prieta, la ira rauda recorriendo el cuerpo, la rabia, suelta, recorriendo el alma.
Hoy hay otra tempestad que rompe las débiles murallas que apenas eran antes de ayer una promesa. Burla el ceño la sonrisa, el odio es hoy quién gobierna.
Queda del mundo una última vuelta todavía que no se ha dado, una mirada hacia los postreros equívocos que se asientan sobre un lecho de naranjos y vuelan de arriba adentro con lentas palpitaciones que ya no son inteligibles.
Desde el borde en que se precipita la luz hacia los amarillos recodos de los ríos surge cómo por azar un canto indemne que retoma sin saberlo trozos de espliego rodante que destroza sin sabelo la lluvia.
Sobre los pies de arena, una estatua erguida bajo el cobre inquieto de los siglos rompe a llorar como un pedazo de hielo donde el azul se confunde con el blanco, y el blanco es siempre otra cosa.
En la breve distancia del mundo se rezagan todavía los inviernos para posarse con suave presteza en unas manos que ya no existen.
Los brazos se abren, se ofrecen, ayer habría corrido, sin dudarlo, hacia ellos, abiertos los propios. Hoy lo que hay es huida, silencio.
No se merecen los abrazos, no se necesitan. Que reinen esta noche el silencio, la soledad elegida, la libertad de no deberse a nadie, la certeza de no tener nada, nada qe ofrecer, nada que recibir. Nada,
Si hubiera un índice de palabras prohibidas habría que añadir algunas, cada uno las que quiera. Palabras que se escapan, que se huelen, que se susurran, que se inventan, que nacen y crecen y ocupan un espacio en el alma que no les pertenece y hacen sangrar cada vez que se pronuncian.
Palabras que no se dijeron, o que se repetirán tantas veces que perderán el sentido, palabras que nunca debieron haberse dicho, que se dijeron demasiadas veces. Palabras juzgadas, jugadas, entrelazadas, entretenidas, estropeadas.
Las palabras que sobran, las que faltarán justo en el momento impreciso o inestable Las palabras que pesan tanto que nunca, nunca se las llevará el viento.
El futuro siempre llega tarde, en el momento en que menos se necesita, cómo si mirase oculto en una mesa y se abalanzase mientras se sueña, despavorido.
Luego, cómo al girar, sonríe con el aliento pleno de posibles y eructa inerme aquellas felicidades caducas que ya no tienen distancia en que meterse.
Me abofetean las nubes con zarpa de hueso y no dejan en su camino más que rastro de sangre y ayeres en que he de encogerme, bilioso, para no volcarme en ese moho abyecto que pulula por el centro de mi pecho y he dado en llamarle corazón, cómo pude llamarlo escoba o zíngaro.
De entre ese fango asoma, allá en lo hondo, una flor mustia y retrógada perfumada en los afeites de un sin sentido que goza ufano en sus altares adorando sapos con espumas fluorescentes. Le doy al hombre lo que es del hombre, un buen montón de heces, lo llamo palabra, o promesa, y rabio hasta desangrarme contra aviones que quedan estáticos para mirarme.
Hace tres años hablé demasiado, y la cagué hasta el fondo. Por ello, hace tres meses no dije nada, y la cagué más todavía, si cabe. Ahora han pasado tres semanas y...
No es eso, me digo, no es eso. Pero sé que no es la primera vez que me miento. Sé, de hecho, que me las jugado peores, terribles, que tengo mil razones para no creerme, que pocas veces he hecho otra cosa que mentirme. Y, sin embargo, me juro, me prometo, que no es eso. Yo mismo no me creo. Tengo pruebas, tengo un millón de pruebas de ello. Y, sin embargo me digo que no es eso, que está vez no será eso.
A veces, una imagen vale más que mil palabras, una imagen más que mil razones, más que mil excusas.
A veces, es mejor no hablar, o no haber hablado, o no prometer lo ya no cumplido. A veces quieres y no sabes. A veces disculparse es lo de menos. A veces el tiempo pasa y no ha pasado. A veces uno olvida y no ha olvidado. A veces uno sigue y no ha empezado. A veces uno no es y ya ha sido. A veces todo carece de lógica y entre la niebla se adivina una salida. Pero es mentira. Todo es un juego en el que uno pierde por costumbre y siempre apuesta todo.
Dicono che c'è un tempo per seminare e uno che hai voglia ad aspettare un tempo sognato che viene di notte e un altro di giorno teso come un lino a sventolare.
C'è un tempo negato e uno segreto un tempo distante che è roba degli altri un momento che era meglio partire e quella volta che noi due era meglio parlarci.
C'è un tempo perfetto per fare silenzio guardare il passaggio del sole d'estate e saper raccontare ai nostri bambini quando è l'ora muta delle fate.
C'è un giorno che ci siamo perduti come smarrire un anello in un prato e c'era tutto un programma futuro che non abbiamo avverato.
È tempo che sfugge, niente paura che prima o poi ci riprende perché c'è tempo, c'è tempo c'è tempo, c'è tempo per questo mare infinito di gente.
Dio, è proprio tanto che piove e da un anno non torno da mezz'ora sono qui arruffato dentro una sala d'aspetto di un tram che non viene non essere gelosa di me della mia vita non essere gelosa di me non essere mai gelosa di me.
Como un ángel caído, lejos del cielo, mirando arriba, sintiendo lejos.
Una vez, casi tuve un deseo. Yo lo tuve, yo lo perdí.
Ahora camino buscando una lámpara buscando otro genio que me dé esa dulce copa que es la ausencia del olvido. Y recordar cuándo abrí las manos para no volver a abrirlas. Y recodar dónde fueron mis pasos para no volver a ir. Y esconderme de la nada con la nada. Y romper el silencio con silencio. Vivir sin saber hacerlo. Una vez tuve un deseo.
Mirando arriba y abajo, detrás y delante. Recogiendo las semillas de lo sembrado, los frutos podridos, los frutos prohibidos, el segundero clavado en la garganta, la lágrima flotando en la comisura de las manos. Todo es hoy un gran tambor y no hay manos ajenas extendidas, solo el atroz suspiro eterno de una galaxia de perlas que implota ya disuelto sobre cojines sucios y los sayos, rasgasdos, invisibles capean tormentas irresolutas con puño de seda de un trienio insoportable.
Mundo ausencia. La lluvia golpea sin brillo las viejas rabias contra hormigón sin alma. Marcharon las arañas que rehabilitan torturas en edenes ajenos. El principio del rédito se suspende azul y prácticamente cómico, desplomado por mapas insalubres. Es otro momento y un púlsar muere hoy azul cómo una rotura. De vivir, el muro se alza y se hastía, se suceden los siglos, un oleaje, la resaca aparta de la orilla las manos inmunes a los cielos.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)