martes, 26 de octubre de 2010

Tengo que compartirlo...



El odio

Pero al final, Fújur y Atreyu se dieron de bruces contra un muro invisible, que no era la nada, porque era algo, un muro brutal que no podían pasar y en el que siquiera aquellas representaciones de cerámica tenían cabida, aunque en contadas veces, lo intentaban.

Porque allí estaban los límites de Fantasía, pero habían dejado tantas veces esas otras historias para otras ocasiones.

Habían recorrido muchas regiones, muchas llenas de sol y fruta, muchas llenas de noche y niebla, muchas llenas de paraísos prometidos y muchas de infiernos perdidos...

Pero allí estaba ese muro invisible, esa inabarcabilidad infinita cuyos cielos no podrían surcar.

Allí estaba la realidad.

Y lloraron hasta que sangraron sus ojos, y ya nunca, nunca, dejaron de sangrar.

lunes, 18 de octubre de 2010

Dinamarca

Será que la ponzoña de los días
ya no es cadencia si no tributo
y es el sueño y no el juego
quien victorioso se está alzando
en la perenne inutilidad
de los fastos silenciosos del antaño indeseable.

Y, como una sola roca, las tormentas
gorjean al amanecer  sus nebulosas amarillas
sin atisbo de redención entre las manos.

Ebrios de memoria, los azules arácnidos
imposibilitan los trenes y los parques
donde buscar un primer refugio
que viaje al vaivén de lo efímero
y sobrevenga con la repentina fluidez de lo evidente.

Deviene el porvenir un único entonces
y con ráfagas inslultantes se agosta
en la pérdida definitiva y estridente
que ahorra eventos entre ataúdes.

miércoles, 13 de octubre de 2010

El Síndrome Belén Esteban

Esta carta abierta circula por diversos blogs, redes sociales y tal. Dado que me resulta bastante interesante, la comparto.

Como profesora, las preguntas de los alumnos que más me cuesta responder convincentemente son sobre porqué hay que estudiar cosas que a ellos les parecen inútiles o absurdas, como la Historia o la Geografía. Yo tengo claro qué me aportan a mí, pero de todas las razones que hay para estudiar estas cosas, yo les hago hincapié en lo necesarias que son estas disciplinas para comprender el mundo en el que viven: las coordenadas de espacio y tiempo, que al fin y al cabo son las que tratan la Geografía y la Historia , nos ayudan a conocer el sitio que ocupamos en el mundo y a comprender de dónde vienen todas nuestras realidades. Que todo eso les puede parecer ajeno y absurdo, pero que muchas de las cosas que estudian tienen que ver con su vida real y que, quieran o no, les afectan.




Por ejemplo, ¿quieres saber por qué tienes a tu lado a un compañero que viene de Ecuador? ¿por qué habla el mismo idioma que tú? ¿quieres entender por qué un señor, por nacer con el apellido Borbón, va a ser “rey” y el Estado Español le va a dar mucha pasta (que vendrá de los impuestos que tú pagues de mayor)? ¿por qué lo que digan unos señores europeos en Bruselas va a repercutir - y mucho - en tu vida? Todo eso es geografía. Todo eso es Historia.



Algunos entienden qué quiero decir, otros no. Yo no llevo mal las preguntas, las protestas… son críos. Es normal. Donde me desarman del todo y me dejan sin respuestas es cuando me dicen que todo eso les da igual. Que para qué quieren saber dónde está Marruecos, si no van a ir nunca. Para qué conocer el tipo de elecciones que hay en España, si ellos no tienen la intención de votar jamás. Que les resbala que haya una guerra en Irak, que media África se esté muriendo de hambre o que la Unión Europea diga “bla”. Si ni siquiera les interesa eso, imaginaos lo complicado que me resulta hacer que se interesen por lo que hacían señores de hace cinco siglos, por muy apasionante que yo intente pintarlo.



Y, lo que llevo peor con diferencia, es esa actitud de orgullo con el que exhiben su ignorancia y su cortedad de miras. Esa actitud de “no sirve para nada, no me interesa. Eso que cuentas y a lo que dedicas tu vida es una mierda. Yo quiero jugar a la Play / irme de compras al Centro Comercial y ya”. La tienen conmigo, que enseño Historia, pero también que los profes de lengua, de biología, de matemáticas. El desprecio por los libros, por el Arte, por la Cultura , por las Ciencias… no es algo tan raro, y puede conmigo.



Últimamente esa actitud está más de moda que nunca. Tenemos una perfecta encarnación en la dichosa Belén Esteban, que no sabe nada, no quiere saber nada y se jacta de ello. La mala educación, la zafiedad y la ignorancia puestos en un pedestal día tras día. Todo el mundo la aplaude porque ella es “auténtica” (signifique lo que signifique eso). Conozco a mucha gente a la que le gusta ver a la Esteban y es curioso, porque hay toda clase de personas entre su público. Entre ellos, los que más me llaman la atención son dos tipos: la gente que tiene (o cree que tiene) más educación que ella y la ve como un divertimento, incluso algunos como un consuelo (yo soy mejor que ella), o los que son como ella, que han visto como la ignorancia y la mala educación también te pueden hacer triunfar en la vida y que hay que sentirse orgulloso de ello. Eso me da miedo: que se extienda y que sirva de ejemplo a más bobos, que opinen que el no saber nada es estupendo. Que el presumir de ser zafio e inculto se convierta en políticamente correcto y sea bien visto.
 
“Eh, que yo no quiero ayuda de nadie, que no necesito ayuda, leche” dice la Esteban en un momento de estos cuatro minutos de despropósitos. “Como yo no he pillado esa revolución -la industrial- tres narices me importa“- un argumento que podría haber empleado uno de mis peores alumnos.


En fin… lo grande es que estoy convencida de que la mayor parte del público (y muchos de los de las mesas) no tenían ni idea de que la chica estaba metiendo la zarpa hasta el fondo y más allá y reían y aplaudían porque lo decía el regidor.



Entendedme: yo no critico a la gente que no sabe. Yo no sé mucho de tantísimas cosas… tampoco creo que tenga que ser motivo de vergüenza el no haber estudiado, el no hablar correctamente o el tener lagunas de conocimiento. Lo que me revienta es la actitud contraria, la exhibición con orgullo de la ignorancia y el menosprecio a cualquier cosa que huela a sapiencia. Me duele el desprecio a la educación, en todos sus sentidos. Me duele… y me da una pena que me muero.
 

Mil maneras

Y de este oficio tan imberbe
vuelve al paso la firmeza
con ansia terrible y hambre difusa
para destronar hogaños de pausa fiera.

Extramuros gorjean fieles culebras
que caminaron sobre nebulosas de esmeralda
enredándose con albarcas profundas y cansinas,
casi vitoreando a contratiempo lluvias ajenas.

Empero a rebufo se distorsiona
el cónclave entregado a su abandono
y retoñan flácidas las orugas de las puertas
donde la gloria duerme, y también la nada.