lunes, 12 de octubre de 2009

Los muertos de mi felicidad

Os veo.
Me seguís
desde siempre.
Vuestras manos
pútridas
aferran mis tobillos
para que no me mueva.
Vuestro aliento
fétido
sella mis labios
para que no hable.

Sois
lentos,
pero eficaces:
No perdonáis
no olvidáis
qué fuisteis,
cuándo fuisteis,
y venís
siempre venís
no importa,
no os importa,
cuántas veces
os entierre,
os despiece,
os dispare,
os comprenda,
os perdone,
os olvide.
No importa.
No os importa.
Existís
cómo exististeis,
sombras
de otras vidas
de otros yos
dónde me escondía.
Otros yos
que son este yo
en que me escondo
y aunque huya,
por mucho que huya,
siempre venís,
me encontráis,
me buscáis,
me seguís,
me aferrais,
me callais,
porque yo os hice
cuándo creía
que ya no estábais
por si un día,
tal vez sin quererlo
me olvidáseis,
o, mucho peor,
me perdonáseis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario