
Los ojos dispersos susurran secretos
pero están jugando
los últimos dados.
Cae al suelo el as de tréboles.
No supimos darnos cuenta
mientras marcábamos las cartas
que no se puede jugar a la brisca
con una baraja francesa.
Lo que pudo existir brilla un instante,
Luego deja sus sombras marcadas para siempre,
Fue tiempo de soñar, y sin embargo
Estaban ya las cartas repartidas.
(Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
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