Los sátrapas todavía sestean indómitos
en el mugriento recodo de los pianos
con la frente indómita y podrida
del esquivo enrojecer de las montañas
y la fugaz manera de resubirse a las esquirlas.
Mañana ajena a otros universos, o bandidos
amparados por la urgencia de lo prístino,
todo es el mismo revólver sin sextercios,
el mismo claudicar ante los arcángeles,
y demorar mil galaxias en trincheras.
Hoy reubica el sinsentido su clandestinidad
que rabia entre cánticos y buceos
la infamia de las evidencias insondables.
Cerbatanas amarillas se arremolinan en el prado:
Hoy seduce el reloj las páginas enfermas
y se acaba el principio al comienzo de otra nada.
Y no quiero decir que haya pasado el verano y vuelva a andar por aquí, ya de vuelta a la rutina.
Quiero decir que sobreviví, que estoy vivo, tal vez por suerte, o por casualidad, o porque las leyes de la física impidieron, o favorecieron, cualquier otro resultado.
La historia es sencilla: El camino hecho mil veces, un poco de lluvia y de repente yo intentando manejar un volante que poquito antes había dejado de controlar. Ni siquiera estaba de vacaciones. Ni siquiera era fin de semana.
Y no pasó nada.
O casi nada, que no es lo mismo, pero es igual.
Obviamente, el coche está en el taller.
Obviamente, yo renqueo un poquito.
Pero no pasó nada. Apenas si molesté a nadie. El coche arrancó, yo respiraba.
Llegué a mi destino.
Y ya está. Todo sigue.
Y ya está.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)