jueves, 1 de octubre de 2009

La potente fragua... (IV y último)

Mi última entrada... No me duró mucho el intento, la verdad...

Que veinte años no es nada

Somos lo que comemos, al menos, lo que hemos comido. Hoy me he encontrado con un maestro de mi infancia, de cuando los maestros eran un complemento de los padres, casi un sustituto. De cuando la educación era otra cosa, y el requisito para aprobar era estudiar. De otro tiempo.

Los profesores de hoy son distintos. Los alumnos de hoy son distintos. Los alumnos de hoy son los hijos de los hijos de los que lucharon por la transición, los que vieron que aquella vieja promesa del cambio no cambió nada y se apartaron a una orilla del camino. Los alumnos de hoy son los hijos de los que acuñaron el término pasar de todo y no preocuparse por más que uno mismo, porque todo lo demás, al final, sólo llevaba al desengaño. Y llegó la sobreprotección absurda y cualquier intento de enseñar disciplina, de enseñar unas normas sociales básicas para que el mundo no se convierta en la jungla en que se ha convertido, para que la coexistencia sea convivencia y no choque de voluntades, no es visto más que como un ataque a su sobreprotegido, y terriblemente maleducado, descendiente.

Y cualquier intento de hacer estudiar es un atentado contra el tiempo libre, y, lo que es más triste, un absurdo intento de calentarle la cabeza al pobre alumno con cosas que no le van a servir para nada.

Y habrá reformas y reformas educativas, pero no se llegará al meollo de la cuestión: Calentarse la cabeza es malo. Pensar es malo. Comerse el tarro es malo. Y aburrido. Sobre todo aburrido.

Somos lo que comemos. Somos lo que hemos visto. Estímulo. Estímulo. Estímulo. Estímulo. Rápido. Rápido. Rápido. Ya. Ya. Ya...
El cine bueno es el que tiene mucha acción, cambios continuos de cámara. En televisión, la escena cambia cada quince segundos. La música tiene que tener, sobre todo ritmo. Mucho ritmo. Y letras infantiles. Un productor reconoció que la música comercial se enfoca mayoritariamente a un público infantil. No hay referentes, nada a lo que agarrarse. Tener principios es un lastre. Lo del año pasado está demasiado obsoleto, no hablemos de los clásicos. Leer es un muermo. Sitúate en este mundo. Situáte ya. Tus compañeros son tus enemigos. Tu profesor es tu enemigo. Tu familia es tu enemiga. Tienes que ser el más duro, el más fuerte, el más guay... Tienes que ser el más.... Y ya. Enseguida. Es lo que has aprendido. Es lo único que has aprendido.

Y frente a esto... los profesores. No sé cómo son los profesores de hoy día. Cómo son los profesores hoy día, recién acabada la carrera, algunos pueden dar clase con sus antiguos maestros... Hijos postreros del desencanto político y primogénitos de la estultización generacional, tal vez conocedores, o tal vez no, de su asignatura, apologetas es su círculo íntimo de la falta de valores y el descreimiento, o tal vez no, tal vez arrancados demasiado pronto del seno materno cuando cada vez dejamos el nido más tarde. Tal vez acusen el mismo individualismo salvaje que sus alumnos, el mismo egotismo inconsciente, la misma insolidaridad. O tal vez, y eso es lo que más deseo, no.


Y la vida siguió, cómo siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Luego vino "Otro silencio", para exorcizarme, y ahora éste, para lo mismo. El tiempo nunca se acaba, el círculo nunca se cierra... Las mismas expresiones, los mismos temas...

Aquí el original

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