martes, 20 de octubre de 2009

De un tiempo perdido

Siempre acabamos
quemando las naves.
No de repente,
no como antes,
pero siempre acabamos
quemando las naves.

Un día es una vela,
otro es un mástil
y un día cualquiera
las anclas se hunden,
los timones arden
sin darnos cuenta
que prendimos la nave
y un día regresamos
añorando la tierra
y sólo encontramos
océano...
océano...
eterno océano.
Y entonces recordamos
que siempre acabamos
quemando las naves.

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