Noticias de última hora:
Finaliza el expreso
candente de requiebros
con carácter de urgencia
y sustrato permanente.
A tener en cuenta:
Uno, mil, siete.
Sabemos que de hoy en adelante
freír será delito
y rasgar no atenuará.
Recogiendo brasas
en montones iguales,
las islas no saben
qué excusa es ésa,
siquiera el volcán
o la mañana.
Un pedazo era,
ahora, una totalidad.
Mandíbulas apretadas,
puños cinceladores
y el recuerdo vago
de un sacerdote fallecido
visto con ojos obtusos
lejos de un gramófono oriental
que ya no canta
aunque duela,
ni cantará,
aunque duela más.
No es rentable,
a largo plazo
reclamar al aire
ese pedazo
de cielo
que él llama suyo.
y que dentro de un rato
si el tiempo acompaña
se esfumará tan raudo
que ya casi nadie
habría pensado
que no fuese un trozo
robado a quién sabe
por un simple momento
en quién sabe dónde
de tantos sabores
donde se ocultan
las derrotas cómo puños
y las verdades terribles
suenan repetidas
en un tono sujeto
a reglas vacías.
Razones para todo:
El mundo es una daga oculta
en la mano de un ladrón informe
y la muerte sobreviene
silenciosa en un callejón,
lejos del campo de batalla,
lejos del hogar,
lejos del honor.
Aquí no hay otra cosa
más que basura y rabia
más que silencio y porquería
más que la nada más nada
y todavía
alzando la voz
todavía...
No hay, todavía, aire
o esputo suficiente
que sublime sin azufre este pulso,
este azote que renquea
por los rincones en que me oculto.
Una voz, tal vez lejana
puede susurrar evocaciones
que se levanten tan temprano
que arranquen de cuajo la mañana
y no lleguen al final las nubes,
cierto,
pero...
ni se pueden arrancar del tiempo las espinas
ni se pueden ensamblar las otras naves
que se quedaron a este lado de la puerta.
Hoy cómo ayer, una paloma y lluvia.
Pero aquí no existe la épica.
Como una legión invicta, el cielo
se entroniza sin saberlo
entre vahos de ácido y lluvias de amapola.
Lisérgico, caústico o blasfemo, navega
un desierto enorme que posterga
hasta un poco más pronto el desencuentro
inevitado de la línea contratada al efecto.
Llenando el azul pedestre, un golfo
se cimbrea exultante de rencores
y reencuentra un sol amarillo que revierte
todo su mañana en una espora.
Si me comporté como un idiota sin cerebro,
si actué como un egoísta sin corazón
si me escondí como un cobarde sin valor
si tengo el camino sembrado
de flores amarillas...
Tal vez tenga que subirme
al próximo huracán
y...
La oscuridad era otra cosa
no este alma ciega
que remite a otros momentos
en que desvanecerse no importaba.
Cada paso es una huida
y cada segundo un silencio.
Un millón de errores no dejan
que el cielo se dispare
y se ausenten las distancias
como si fueran cascadas.
De un cementerio azucarado llegan
otras líneas de otros tiempos
futuros inflamables que destilan
perezas por siete costados.
Todo polvo, todo vacuo,
muerte por rabia o llanto,
la insoportabilidad del hombro
es solo inexistir de otra manera
y revienta por dentro el aire
implotando perfumes extraños
de penumbras y certezas.
Al final todo lo futil se acaba consumiendo en aquella alta hoguera y no queda otro cabo que prender.
Foto finish movida por la lluvia.
Polvo, sudor y mierda..
En la carretera, alguien llora.
Es otro luto deshauciado
en una inútil tregua.
Volver con la frente hirviendo de fracasos y derrotas
buscar el dulce sueño que es escaparse
donde nadie, o casi nadie, llega,
y...
Aguantar la sonrisa un poco más, por este segundo
en que podría haber dejado de esperar, pero...
Estirar el silencio por no romperlo por siempre
y que no doliese la herida,
pero...
No saber otra cosa, no haber comprendido
que el juego no era éste.
Esperar tan poco sin saber nada.
Querer fuera lo que no hay dentro.
Vivir sin saber,
o sin saberlo.
Y creer que fue la ausencia o el silencio,
esa falta de cielo por la noche
y no esa nada cotidiana, ese vacío horrendo
que era conducir al infierno a mediodía
y regresar con dolor y no con risas,
ese saber que el amor de los solsticios
era un asunto pasajero
y la realidad un puñal incandescente
que atraviesa los deseos como óleos no pintados.
Y llorar sin lágrimas en dirección equivocada,
mirando lo pequeño, lo que parecía.
No hubo brillo entonces, no lo ha habido
para las sonrisas y las palabras.
Y ahora, siendo sueño el mediodía
las vigilias se eternizan a cada segundo.
Esta paz no es la que había.
Pero no quedan ya en el cielo
nada que ilumine.
Solo la sombra de la luz
y la rabia hacia las nubes.
Pobre daimyo sin bushi
apenas hinin casi eta
que nunca aprenderán bugei
aunque tengan alma de shugenja.
Y por mucho que se diga: Gomen kudasai,
al fin y al cabo, es imposible ser un iwanomi
y que los kappa no se te asienten en el regazo
para robarte el sochu.
Es duro el doro del gaki,
y el fugu, como siempre, escaso.
Mejor buscar un doshi
con quién combatir el baku.
Amanecer siempre tardío, prolongado absurdamente
con la vana esperanza de que un rato después sea más tarde
y el esquelético tiempo oree las horas inútiles
llevándose con él las nadas y las lágrimas.
Hablar quedo y breve, lejos ya cualquier entusiasmo,
mirando hacia la salida, o hacia abajo,
según quede más próximo,
engañándose:
Mirando atrás de reojo.
Sin mirar hacia atrás, por si acaso,
la lluvia desliza entre los hombros
un rasgante asedio de banalidades
que agrupan en su eco un hedor
tan inconsútil cómo inefable.
No hay viento en noches como estas
siquiera vuelve sobre sí mismo
el recoveco aquél en que figuraba
el pendón insaciado de lo cámbrico
que fructificaba incondicionado por el uso.
Al final cae el telón y el cartón piedra
se amontona súbito
creando poso.
No hay otra cosa:
Un poco de precinto,
una barba de algodón,
una sonrisa pasajera:
Eso soy yo.
Más allá de ésto
¿Qué me queda?
¿Las piernas cruzadas,
los brazos apretados,
la obsolescencia por sistema,
las manos rotas de culpa,
la mirada ya nunca límpida,
fija
únicamente en la ´caída?
¿Imaginar el pasado que fue,
no el que pudo,
lo divergente
de éste momento único,
de aquél momento único
en que busqué el final
dónde no correspondía
y no saber ya
hacer otra cosa?
Y ahora
lo que queda
si es que queda algo:
Un hilo de lana
tan exiguo,
un presente
en otra parte,
no sé dónde.
Miro al cielo.
Miro al suelo.
Reflejos a reflejos
cenizas a cenizas
nada detrás
nada delante.
Un día más.
Otro igual.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)