martes, 15 de septiembre de 2009

Y ya está.

Hoy he ido a recoger las últimas cosas. No me hacía el ánimo. Pero tenía que hacerlo algún día. Ha sido la primera vez que he encotrado aparcamiento justo delante de la puerta. Podía hacerlo con tranquilidad, nada de dobles filas.

Por supuesto que he llorado sentado en la cama, y cuándo he subido al coche, y cuándo he recorrido esas calles por última vez.

Por supuesto que he repetido en mi cabeza toda la historia otra vez, aquellas conversaciones, aquellos primeros encuentros, tímidos, esas palabras que no salían, esas despedidas que se alargaban. Aquellos primeros días, aquellas primeras noches. Aquél confesarnos, aquél descubrirnos, aquél construirnos.

Y por supuesto que han venido a mi cabeza todos aquellos silencios, todos aquellos errores, todas aquellas conversaciones que no supimos mantener, o que no pudimos, o lo que sea, porque ya da igual.

Y por supuesto, aquellas huidas. Hacia fuera, hacia dentro. Esas malditas huidas.

Y por supuesto que he llorado por no ser más que un niño que jugaba con juguetes para mayores, que tenía demasiadas cartas en la mano, por haber olvidado las reglas del juego.
He llorado por no ser lo que aparento.

Y he ido, por última vez, a tomar algo al bar cercano al trabajo. Bocadillo de morcilla, cómo cuándo miraba ansioso el reloj para volver a aquella ciudad en que no existía, es cierto, pero que tanto me daba. Y ésta vez también me han cobrado distinto.

Y he ido, por última vez, a mi turno de tarde, y he visto a gente a la que difícilmente volveré a ver y he dado abrazos que difícilmente volveré a dar.

Y no he contestado preguntas que difícilmente podría contestar, y no he dado gracias que difícilmente podría dar.

Y he ido por última vez a las salas dónde hacía manualidades, y he mirado por última vez qué se podía hacer y... otra vez.

Pero ya está.

He vuelto a mi nueva habitación, a mi minúscula habitación. Me he sentado en mi cama, mi pequeña cama y la vida que no supe vivir ha pasado otra vez ante mí. Y las cajas acumuladas siguen esperando ser abiertas. Pero hoy no podía. Hasta ahora no he podido. Pronto podré.

Pero ya está.
Ahora me voy otra vez al turno de noche.
Retomo mi vida casi, casi dónde la deje.
Pero...

1 comentario:

  1. Cuidese señor Barbared, no vaya a ser que ese cadaver se le pudra dentro.
    Pafuera telarañas y un abrazo infinito!!

    ResponderEliminar