Tras la ventana, los comensales no se miran a los ojos. Sólo repiten frases hechas que escucharon en su día, mirando la televisión. Hoy ya nada les importa y aquellas risas se han ido quedando cada vez más en el olvido.
Se miran las manos. Están todavía sucias de mentiras. O de creencias de mentiras. Recorren, a veces, sin querer su cuerpo, cómo recordando viejas caricias, cómo calmando viejas heridas.
Ya no hay rencor, se han dicho. Pero no se miran a los ojos. Quieren estirar las manos, rozarse, se contienen.
Hoy no será el día que soñaron. Ni siquiera se dan dos besos al despedirse.
Estrellas que alcanzar
Hace 6 años
Ciervamente, hay palabras que sobreviven lo largo y ancho del tiempo. Me congratulo en saber que seguimos vivos y con buen gusto!
ResponderEliminarUn abrazote!