jueves, 24 de septiembre de 2009

El alto coste de la vida

Mañana y mañana y mañana,
entra sigilosa esta nimia marcha de día en día,
hasta la última sílaba de tiempo grabado;
y todos nuestros ayeres han iluminado a los tontos
el camino a la polvorienta muerte.
¡Apagate, apagate, corta vela!
La vida no es más que una sombra que anda, un mal actor
que se pavonea y se preocupa por su tiempo sobre el escenario
y al que después no se lo oye más. Es un cuento
contado por un idiota, lleno de ruido y furia,
que significa nada.

Shakespeare
Macbeth




Lleno de ruido y furia

En otra esquina más del laberinto,
una cualquiera, en otra arruga más
de la desfigurada cara de este mundo,
nuestros pasos se cruzan sin saberlo.

Alguien pierde la historia de su historia,
por no pararse a tiempo en un escaparate,
mientras, al otro lado de aquel mismo cristal,
alguien ya se ha dolido
de una definitiva carencia incomprensible.
En una calle anónima, un sujeto en la sombra
nos perdona la vida, después de haber pensado:
Hoy has vuelto a nacer hijo de puta,
y el caminante próximo es la víctima.
Una voz al azar en un transporte público
no sabe, compungida,
explicarse por qué alguien sobre el que habla
estuvo en un lugar que jamás frecuentó,
en el instante exacto en que estalló la bomba.
Un teléfono suena,
en la casa vacía suena y suena,
y quién sabe qué vidas ya se han precipitado
en quién sabe qué pozos
de qué impensable noche.

A veces he querido
traducir ese rostro con expresión idiota
con que el mundo nos mira y lo miramos,
y termino contándome, idiota, alguna historia,
cuyo humor no he aprendido a traducir aún.
Ya saben: el coche mortuorio,
parado a nuestro lado, en el semáforo,
en el centro de un día que esplende, indiferente.
O aquella, tortuosa, de hospital:
un tipo muy contento, tras un feliz diagnóstico,
entra en un ascensor donde alguien llora.

Carlos Marzal

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