jueves, 24 de septiembre de 2009

Rama Lama Ding Dong



Me enlazo a mí mismo:

De cómo nacieron los dioses

Y sigo diciendo que no tengo pruebas fehacientes a priori
de que mañana amanezca,
de que no me reviente una rueda del coche,
de que no estalle la pantalla de la televisión,
de que no me demore un minuto para atarme un zapato
e intente cruzar un minuto más tarde
o pasar un minuto más tarde debajo de un balcón
o simplemente empezar a...
creyendo que sólo va a ser una vez
que vamos a poder con ello.
Pero no.

Podemos
decirnos que mañana amanecerá, es cierto.
O hacer planes para cuándo volvamos a casa,
o para cuándo giremos la esquina
o nos metamos el pañuelo en el bolsillo.
Pero es nada más un acto de fe.
Simplemente damos por supuesto
que el sol mañana estará ahí
o nuestra casa estará ahí
o llegaremos a la esquina,
o el pañuelo acabará en nuestro bolsillo.
Y nos aferramos a eso
como una certeza inviolable
pero en verdad lo único que sabemos
es que es mejor no pensar en ello
o sería, simplemente, insoportable,
pero es lo que somos
es lo que tenemos
y siempre elegimos
la opción más fácil
la que nos asegura
unos minutos más de supervivencia
cómo si el más mínimo de los actos
no fuese una causa
que tuviese sus efectos,
cómo si de verdad entendiésemos
qué coño está pasando ahí fuera
por qué hay tanto ruido
tantas luces
tanta gente de un lado para otro,
y hacemos
por ser ellos
por meternos un segundo en sus cabezas
o unos años
o una vida
pero siguen siendo otros
que están ahí fuera
y
aunque extendamos las manos
aunque creamos tocarlos
aunque nos digan
aunque les digamos
siguen estando ahí fuera
siguen siendo otros
que viven cómo pueden
o cómo saben
que intentan,
cómo nosotros
mirar hacia ese otro lado,
que es mirar hacia delante
con fe en ser casi inmortales
y la muerte, por ejemplo, siempre es algo
que les pasa a los otros.
Y ya no es sólo eso
es la vida
la que le pasa a los otros
las alegrías,
las penas,
les pasan a los otros,
mientras nosotros vamos viviendo
vendándonos los ojos,
ignorando que para ellos
los otros somos nosotros
y nuestra alegría no es su alegría
y nuestra pena no es su pena
porque nos faltan palabras
nos faltan gestos
nos falta saber
qué coño pasa ahí fuera
y sobre todo
qué coño pasa aquí dentro
y nos construimos
barreras y puertas
muros y ventanas
nuestras pequeñas fortalezas
hechas de palabras
para sobrevivir
para sobrevivirnos
y las llamamos
con mil palabras distintas
pero de lo que se trata, al fin y al cabo
es de que se pase el tiempo
lo menos dolorosamente deprisa
para poder ignorar sin que nos pese
nuestra única certeza
que no hay nada que nos asegure
a ciencia cierta
que estaremos aquí
el simple instante que sigue a éste.

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