Y sigo diciendo que no tengo pruebas fehacientes a priori de que mañana amanezca, de que no me reviente una rueda del coche, de que no estalle la pantalla de la televisión, de que no me demore un minuto para atarme un zapato e intente cruzar un minuto más tarde o pasar un minuto más tarde debajo de un balcón o simplemente empezar a... creyendo que sólo va a ser una vez que vamos a poder con ello. Pero no.
Podemos decirnos que mañana amanecerá, es cierto. O hacer planes para cuándo volvamos a casa, o para cuándo giremos la esquina o nos metamos el pañuelo en el bolsillo. Pero es nada más un acto de fe. Simplemente damos por supuesto que el sol mañana estará ahí o nuestra casa estará ahí o llegaremos a la esquina, o el pañuelo acabará en nuestro bolsillo. Y nos aferramos a eso como una certeza inviolable pero en verdad lo único que sabemos es que es mejor no pensar en ello o sería, simplemente, insoportable, pero es lo que somos es lo que tenemos y siempre elegimos la opción más fácil la que nos asegura unos minutos más de supervivencia cómo si el más mínimo de los actos no fuese una causa que tuviese sus efectos, cómo si de verdad entendiésemos qué coño está pasando ahí fuera por qué hay tanto ruido tantas luces tanta gente de un lado para otro, y hacemos por ser ellos por meternos un segundo en sus cabezas o unos años o una vida pero siguen siendo otros que están ahí fuera y aunque extendamos las manos aunque creamos tocarlos aunque nos digan aunque les digamos siguen estando ahí fuera siguen siendo otros que viven cómo pueden o cómo saben que intentan, cómo nosotros mirar hacia ese otro lado, que es mirar hacia delante con fe en ser casi inmortales y la muerte, por ejemplo, siempre es algo que les pasa a los otros. Y ya no es sólo eso es la vida la que le pasa a los otros las alegrías, las penas, les pasan a los otros, mientras nosotros vamos viviendo vendándonos los ojos, ignorando que para ellos los otros somos nosotros y nuestra alegría no es su alegría y nuestra pena no es su pena porque nos faltan palabras nos faltan gestos nos falta saber qué coño pasa ahí fuera y sobre todo qué coño pasa aquí dentro y nos construimos barreras y puertas muros y ventanas nuestras pequeñas fortalezas hechas de palabras para sobrevivir para sobrevivirnos y las llamamos con mil palabras distintas pero de lo que se trata, al fin y al cabo es de que se pase el tiempo lo menos dolorosamente deprisa para poder ignorar sin que nos pese nuestra única certeza que no hay nada que nos asegure a ciencia cierta que estaremos aquí el simple instante que sigue a éste.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)
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