miércoles, 4 de noviembre de 2009

La otra opción es liarme a sillazos contra las ventanas

Me abofetean las nubes con zarpa de hueso
y no dejan
en su camino
más que rastro de sangre y ayeres
en que he de encogerme, bilioso, para no volcarme
en ese moho abyecto que pulula por el centro de mi pecho
y he dado en llamarle corazón,
cómo pude llamarlo
escoba o zíngaro.

De entre ese fango asoma,
allá en lo hondo,
una flor mustia y retrógada
perfumada en los afeites de un sin sentido
que goza ufano en sus altares
adorando sapos con espumas fluorescentes.
Le doy al hombre lo que es del hombre,
un buen montón de heces,
lo llamo palabra, o promesa,
y rabio hasta desangrarme contra aviones
que quedan estáticos para mirarme.

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