¿Dónde están los trozos que me faltan? ¿Dónde las llagas? Tal vez vuelen en ese lugar difuso que siempre olvido mirar, o en un verde extraño que varíe de signo con las tormentas a cambio de un instante casi puro.
Tal vez debajo de ese montón de espinas renqueantes que codician almas juguetonas a las que nunca supe hablar del todo.
¿Cuáles son los trozos que me faltan? No sé, solo duelen. Tal vez ni existan o fueron un pequeño paseo, un sol intermedio, intermitente, tan casual que puede que hayan olvidado el camino a la casa que nunca tuvieron.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)
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