viernes, 21 de mayo de 2010

Otra vez

Alzados el pendón
imbatible del fracaso,
el paseo invernal
tendiendo al infinito,
el sol que arrastra los trenes,
las oscuras aves que tañen
compases de hiel con sus patrañas,
el río, la llama, el éter
dibujan andenes con memoria
y pánicos apuñalados por el hombro,
rozando caminos concurridos
y lugares abrasados por búhos y salamandras.

Con un hiato de fuego y rasgos
brutales de amarillento atardecer
las últimas palabras son siempre una huida
y la firme mentira de no más promesas
o el terrible deseo de abarcar cinco instantes.

Fragua
en que se apilan los andares
y los mustios retablos de constructos irrompibles.
En una mano, la lluvia eterna,
en la otra, el corazón cerrado.

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