sábado, 29 de mayo de 2010

La victoria pírrica es la más amarga derrota

Y del estío en que la lluvia fue destierro
y las ramas se preñaron de sangre sin susurros,
de óxido entre medallas de cartón piedra
y aquello otros eones se fundieron
en el constante vacío del alma
queda
una llamarada rota,
un despliegue de fanfarrias
y un vaso a medio existir,
sin camino hacia el establo
o con las amarga veleidad
de un incierto ayer
en que se retuercen los errores.

Hoy amanece aún un sol gélido,
ocaso casi retornado que apila en sus bolsillos
el temible polvo atragantado
y el paso vacilante de delfines y torpezas,
amamantando con puños y labios
el sinsentido fraudulento de lo cotidiano.

Pero destronada la pureza
del primer o último verbo
y quemados jornadas y siglos,
se enrojece por espasmos este averno
donde la luz es muerte
y los perros canibalizan el horizonte
donde vigilarán maltrechos nombres sin alma
y lívidos caballos con fusta de cieno.

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