jueves, 27 de mayo de 2010

Cabalgata

Desde esta nube sin banderas
donde corren las utopías hacia su muerte
navajean lo estertores de negros vaivenes
en que el lánguido esputo de los años termina
y de un viento inoperante en que se anclan
las primaveras de paso,
entre orientes sin arraigo
y nortes que renquean
la cruel faz de un espejo amarillo y negro.

Alzar las manos un suspiro,
romper a miles los volcanes,
llamar a llantos como zurdos,
beber el trazo de los siglos
con el aura inabarcable de un tormento.

Impasible el muro en sus entrañas,
el callejón mantiene sus antiguos ecos
y desde los altos caminos se reclaman los cadáveres
que se arremolinan en torno a botellas y recuadros,
inmunes al goteo pertinente de los siglos.

Lápidas entre las manos,
el milímetro de más allá se hacina ocioso
en las lucrativas espaldas del olvido
y llama la sangre a la tierra:
Todo es círculo otra vez
y el océano se deshace ante sus tristezas.

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