Y arrancado el silencio de estas lluvias
permanece lo oculto entre los soles,
la vacua certeza de un eterno responso
hacia la premura dispersa de los días.
Clavos frente a clavos vacilando
al leve despertar de los arbitrios
que sonrojan imbéciles la madrugada.
No hay nubes en este desierto tan impune,
ni espina que no pronuncie los diptongos presentes:
una carrera a destiempo contra lo impreciso
que hace estallar sus viandas para reinventarse
y resplandecer más allá del verbo.
Pero no todo es relámpago o eclipse, queda
el coletazo prístino de los bosques
que alargan sus sombras sobre los diamantes
y rescatan del altar astros profanados
por rostros impasibles de juegos enfermizos.
Y el retronar ausente de los sueños,
y el mar presente de la pura irracionalidad,
los oscuros retrocesos entre delfines,
la amarga sed de la victoria,
el infalible advenimiento del ocaso.
Estrellas que alcanzar
Hace 6 años
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