Pero ya no.
Nadie me acompaña en este crepúsculo
y ellas se afanan raudas en pasar
y zambullirse en el olvido
sin saber que es circular
ese río que las arrastra
y vuelven una y otra vez
a pasar
las mismas
silenciosas, cadavéricas ya por el desuso
buscando aquella otra ribera
donde ardían.
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