Quedan cienos ente la plateada
mancha que dejan los avernos posibles,
una postrera sombra que ni endulza ni vacía,
y el camino entretejido es resto de mil galaxias
que azules deconstruyen las simas
donde ahondan ojos y rebufos.
Campeones de hígado difuso
dan al aire su justa infamia,
el revuelo fluorizado de una noche amarilla
que ordeña aquellas flores de osos y trincheras
con la risa tenue del pasado insigne
o de la marabunta que se sonroja ante mil elefantes.
Circunspectos, ufanos, se arremolinan
los gayos extraños entre almíbar y trabucos
para difundir a los mil infiernos el nombre del pecador y del pecado.
Contubernio absoluto de ogros y procedimientos,
el arreglo infestado es ajeno al infinito
y la sombra ya no es viento entre los párpados.
Estrellas que alcanzar
Hace 6 años
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