jueves, 29 de abril de 2010

La isla de las almas perdidas

Y volver a caminar,
entretejer basuras con las piedras,
llorar a carne viva,
atardecer entre las manos.

Robar el dolor de aceras profundas,
sangrar bilis entre los labios.
Morir cotidianamente entre las cejas
y despegar desde mares sin estrellas.

Entregar a arcontes primordiales
el futuro envuelto en tres mil sudarios
sin ápice de roturas ni esquejes,
como el manto de hiel que ensombrece las mayúsculas.

Y resistir el embate feroz de los murciélagos
rasgando con infinita piedad los vendajes
que amurallan sin sentido fantasmas y derribos
hacia el verdor incandescente de un momento antes.

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