martes, 26 de octubre de 2010

El odio

Pero al final, Fújur y Atreyu se dieron de bruces contra un muro invisible, que no era la nada, porque era algo, un muro brutal que no podían pasar y en el que siquiera aquellas representaciones de cerámica tenían cabida, aunque en contadas veces, lo intentaban.

Porque allí estaban los límites de Fantasía, pero habían dejado tantas veces esas otras historias para otras ocasiones.

Habían recorrido muchas regiones, muchas llenas de sol y fruta, muchas llenas de noche y niebla, muchas llenas de paraísos prometidos y muchas de infiernos perdidos...

Pero allí estaba ese muro invisible, esa inabarcabilidad infinita cuyos cielos no podrían surcar.

Allí estaba la realidad.

Y lloraron hasta que sangraron sus ojos, y ya nunca, nunca, dejaron de sangrar.

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