lunes, 18 de octubre de 2010

Dinamarca

Será que la ponzoña de los días
ya no es cadencia si no tributo
y es el sueño y no el juego
quien victorioso se está alzando
en la perenne inutilidad
de los fastos silenciosos del antaño indeseable.

Y, como una sola roca, las tormentas
gorjean al amanecer  sus nebulosas amarillas
sin atisbo de redención entre las manos.

Ebrios de memoria, los azules arácnidos
imposibilitan los trenes y los parques
donde buscar un primer refugio
que viaje al vaivén de lo efímero
y sobrevenga con la repentina fluidez de lo evidente.

Deviene el porvenir un único entonces
y con ráfagas inslultantes se agosta
en la pérdida definitiva y estridente
que ahorra eventos entre ataúdes.

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