viernes, 23 de julio de 2010

Primera

Enrojenciendo la vida en el catastro de azahares,
se redime la silente brusquedad con vaticinios azabache
que adhieren ferales hormigueros a los andenes neblinosos
por donde corrieron flamígeros vilipendios tan supcetibles.

Ninguneando como las veleidades más obstructivas,
férreo micromomento desvanecido en los futuribles,
fusiles despavoridos se autoinculcan inexperiencias.

Cotorras confusas en hábitos precisos,
se agolpan bajo catacumbas alienígenas
y surgen formas de rasguños sobre el asfalto.
Todo es azul profundo, amarillo piedra.

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