miércoles, 17 de marzo de 2010

La parada de los monstruos

Solo queda el hedor,
¿qué si no iba a quedar?
la podredumbre del alma
reclamando su sitio en este mundo.

El negro mar en que jugaron
vampiros y espías es ahora
sudario silencioso de días eternos.
El horror de la catástrofe
no es este anochecer continuo siendo derrota,
este saberse fiasco,
este casi romper espejos a golpes.

Es vivir acumulando nimiedades,
vacío tras vacío, a cal y canto la puerta,
saber que allá a lo cerca
fue otra el alma partida,
el despertar tan súbito,
la respuesta no encontrada,
el día derruido, irremisible.

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