Como un eclipse que rasga
con su fiel sentido el oleaje,
o un híbrido incestuoso que salpique
las próximas estaciones,
así resuena en otros alientos
el trotar flotante de los díscolos
que desgranan su luz y su aureola,
inútiles, amarillos, lechosos,
de particular extrañeza en tiempos ajenos
o de brutal presencia cotidiana.
Y en aquel otro lado
el fuego, o el río, la impavidez
que se halla desde el muro
y canturrea petulante vanos quehaceres,
como si un segundo no bastase
en el mar intrínseco de los adioses.
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Hace 2 años
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