Y en las falsas nubes se dibuja
una línea entre baldones,
un volver a profundas súplicas,
una losa de huesos y prejuicios,
un rasguño que supura olvidos primigenios
y cósmicas veleidades.
No puede haber más amaneceres como este,
la flácida mano del destino
espolvoreando aquellas semillas de hace tiempo,
y la vuelta de tuerca al laberinto
repitiendo bucles y destierros.
Como en un sedán dorado, las miradas
vuelven sin querer a dónde no fueron
y tiemblan doloridas en lejanos trenes
que madrugaban sobre un foso de colores
o las callejuelas sin nombre de un barrio vacío.
No, no puede seguir esta costumbre
de ajar con mares lo cotidiano
como si de una lánguida batalla se tratase
o la derrotada voz hecha trazos por un segundo.
¡Spam!
Hace 2 años
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