domingo, 11 de abril de 2010

Minos

Tan ínfimo, tan oculto,
el silencio transgresor de vientres y escaleras,
el regreso en círculos al dorado más profundo,
el arrebato incognoscible de la nada sempiterna.

Tan sublime, tan presente
el galope vacío de los ferrocarriles,
los ojos sin nombre ni tragedia,
los mágicos árboles de otras horcas,
la llamada impertinente de los siglos,
las lágrimas ignotas de los hados,
las piedras invocadas de los truenos,
el paso pestilente de lo cotidiano
el ser eterno de la huida,
el pretérito horror de los presagios,
el martillo continuo del abismo,
la mano amiga de la nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario