Y se suceden las madrugadas
que desde helados continentes traen desasosiego
o la certeza de que el miedo no es una aventura
o tres mil explosiones por siglo
en la cordillera más extraña.
Son siempre las mismas,
entrecerrar o entretejer,
musitar un millón de nadas
o restregar un camino por los codos
ya tensados como un junco.
Hoy habría sido saltarse la mediana,
o embarrancar en un lodazal enajenado,
pero mañana el abismo otra vez desde lo alto
miraría irreverente los suspiros
y seguiría jugando su voz cantante
al último fiordo en que la calma es polvo
y los tanques todavía orbitan
hacia el cercano ayer en que perduraban
como un seguro arrebato de injusticia.
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¡Spam!
Hace 2 años
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