o lluvias angostas traídas
Piedras de antaño que regurgitan
fieros cónsules urgentes
con ramas de bronce y manos de un minuto.
Calmar entonces la galaxia con fuego
y un retrúecano impertinente que cabalga
sucinto hacia donde no viene.
Tránsfuga, el victorioso hallazgo
se reinvierte en docenas de puñales
y un azar envidioso que fustiga.
Cúantos cómos aún quedan,
y por qués tan insensatos
que se revuelven en sí mismos.
Azufres que hoy salieron de puerto
racanean tres o mil palabras:Ser, escorbuto, añil.
Elevadas quedan, pues,
las ancas que viajaron al poniente
desde aquella rotura en la tormenta.
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