Atardecer brutal de septiembre oscuro, herrumbroso:
Suenan tambores y tabardos allá en las cercanías,
ondean buitres sus ojos desgarrados por el miedo
y rebota la sangre contra nubes infames.
Los acantilados susurran con lava en los dientes
los cánticos precoces de niños perdidos
que se balancean impávidos ante autovías deshechas
y roban sin quererlo fusiles extradimensionales.
Con latidos y martillazos se va derruyendo
el profano ser de los angostos espectros
que azulean caminos hacia el sur difuso
o lluvias rabiosas donde el nombre es oro.
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Hace 2 años
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