Al fin menos que nada,
ni polvo, ni espejo, ni estrella.
Solo vanos y cristales,
solo ese vaho de último suspiro
que no llega.
Sin palabras postreras,
sin caminos allende,
sin poder mirar más allá del silencio,
sin saber construir más que ruinas
en eterno retorno,
desdibujando montañas
deconstruyendo universos
a este lado de la puerta.
Con las viejas costuras de antiguos dibujos,
el algodón desparramado, sucio de sangre,
de tiempo y todo aquello.
Siquiera un naufragio al que aferrarse,
un mísero torpedo,
un ayer, un accidente.
La única sonrisa del unicornio
y las caras recordando que hubo un amanecer en que todo fue posible.
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Hace 2 años
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