Como un rayo no retornable
zarandea el destino sus hojas mustias
y desvela torpe mapas iracundos.
No caben agujas en este universo redondo
ni caminar afable en prístinas promesas,
el viento recoge puntual su brutal tributo:
tres anillos, un ángel, diez piedras.
Corre el segundero hacia la mano equivocada
y caen desde el macizo los primeros aludes.
Un pestañeo gotea sus zarpazos hacia dentro
y desde entonces la lánguida memez tiene nombre.
Pútridos, los primeros guiños al lodo
se malversan en ciertas especies vinculadas
a fluidos embebidos de culturas proscritas
que derraman inermes trazos de hiel entre los dedos.
Otra vez desde otra nube, lejos,
un espasmo circular redondea los años
y el ansia se convierte en fuego,
en piedra,
en nada.
Disfuncionalidad básica, pongamos,
del corticoides,
o la complicación extrema del averno
que renquea desencajado hacia su fango primigenio.
Un revés que se acumula
al derecho de su alcoba,
el universo impertinente
rodeando la farándula con todo el estrépito
y sus alrededores más elocuentes
sustrayendo ritos famélicos,
dejando caer el telón de fondo de un gris sin código.
Llevo un tiempo con ésto en la cabeza, desde que lo vi en el blog de Salguero. La propuesta es decir cuáles son los que cada uno considera sus mejores finales de películas. Tal vez lo suyo sería escribir ésto en el otro blog, pero prefiero que se quede para las descargas. Para no reventar películas, no pondré los clips con los finales.
- Bueno, la del primero, sí. La escena más divertida de la historia. La más hermosa metáfora sobre el amor... Con faldas y a lo loco
- La segunda... pues aquella que da nombre a mi otro blog... Cinema Paradiso. Todo un homenaje al cine, a lo que significa y a lo que nos hace vivir.
- La tercera, la película de Chaplin que más veces he visto... Candilejas, Charlot y Buster Keaton contra el cine sonoro, y ganan.
La cuarta, Ciudadano Kane. Al final, la verdadera felicidad era simplemente... Rosebud.
Y la quinta, Lo que el viento se llevó. Después de todo, mañana será otro día.
Obviamente, tener que elegir es muy difícil. Y aquí hablo únicamente de finales.
Obviamente, mucha de la gente que escribe de tanto en tanto sueña con ver algo suyo publicado en papel, aunque sea únicamente para verlo, para tenerlo entre las manos. Y yo empecé a escribir en EGB. Con parones de años, es cierto, pero bueno...
Es difícil publicar, se supone,sobre todo poesía, o lo que sea que escribo, pero también quise aprovechar el caudal de supuesta inspiración que ahora me inunda para hacerlo, en una especie de "ahora o nunca". La vía que tenía clara era la autoedición, en vistas, en un arranque de pragmatismo, a unas supuestas ventas que se ciñan a familiares y amigos y a una distribución escasa.
Y ante pagar la impresión de unos cuántos ejemplares y almacenarlos en una caja, he optado por esta opción. El libro se lo hace el autor, lo cuelga en esta página, le asigna un precio, al que se le sumarán los costes de impresión. De las supuestas ventas, el autor se embolsa el 80% y la página, el 20%.
La gente interesada en el libro lo pide, se le imprime y se le envía a casa. Bueno, a los costes hay que añadirle los gastos de envío, que no son baratos precisamente, entre 6 y 12 euros, rebajados por grandes pedidos y tal.
Para ver cómo funcionaba todo, hice esta pequeña obrita. Realmente son los poemas más breves del blog, así que no aporto nada nuevo. Lo puse gratis para descargar, en la propia página está la opción y, de todos modos, se supone que aquí mismo le podéis echar un pequeño vistazo al cuadernillo. Son 45 páginas grapadas, no pasará a la historia de la edición.
Si por alguna cuestión alguien lo quisiera en papel, le recomendaría que esperase al siguiente, que está en un avanzado proceso de producción (a la espera de que escriban el prólogo, ciertas correciones y el diseño de portada) para pedir ambos, y que los costes de envío le salgan rentables.
En éste, con la opción más barata, el total sale por casi 12 euros.
Menuda forma de venderme. Pero es lo que hay.
Bueno, y que gracias a la gente que me ha venido leyendo me he decidido a embarcarme en esta pequeña aventura.
La distancia, la victoria de haber seguido en pie al borde del infinito y haber sobrevivido. El tiempo que gasté luchando por resistir a huracanes y tormentas. Ha llegado una dulce brisa y ha dejado mi soledad convertida en mil ruinas.
Hoy:
Como un callejón sin salida
muero perdido entre esquinas,
recuerdos de besos silenciosos
de momentos que persisten en mi mente
y el dolor que no cesa
No camino por las mismas calles,
son y no son éstas, eran otras
había... esquinas y farolas,
hoy, solo sombras.
No camino las mismas calles,
corro por ellas,
pero tu rostro todavía me persigue.
Demasiado pasado, demasiado corazón,
demasiado de todo hoy, demasiado,
y nada nunca cesa,
no retroceden un ápice las lágrimas,
no se borra una sola de tus despedidas,
no olvido una sola de tus palabras.
No puedo cerrar los ojos.
No puedo mirar nada.
No puedo respirar apenas.
Tú estás aquí.
Y allí.
Y allá.
Más cerca que todo,
más lejos que nadie.
A un estirar de dedos de distancia.
Ayer tan cerca.
Y esta cara de idiota.
Uno siempre preguntándose
dónde diantre
la felicidad se esconde,
dónde
deja de doler el alma,
dónde la vida es otra vez vida
y no ese simulacro de amanecer
cada maldito día.
Y de repente una ráfaga.
Un aliento, un suspiro, un eco.
Y de repente una tregua.
Y esta cara de idiota.
Pero es una tregua.
Una rágaga, un aliento,
un suspiro, un eco.
Y uno se pregunta
por qué la herida del alma es ahora más profunda,
cómo era aquella vida
que era vida.
Por qué la tregua fue
únicamente tregua, ráfaga,
aliento, suspiro,
eco.
Volvíamos a casa, todavía amigos.
El tiempo, los proyectos,
yo tomando nota.
Qué sé. Qué no sé.
Qué puedo, qué podría.
Todo en el aire, tal vez,
tal vez ya escrito.
Aferrado a cada segundo posible,
a cada minuto futuro.
Y, así de golpe, fue lo que podía ser,
poco a poco, paso a paso.
Adelante, atrás, incrédulo,
timorato, tímido, extraño.
Y ahora cada segundo,
cada minuto es un tesoro,
cada paso una duda, cada respuesta
una pregunta.
Pero camino,
y no sé si mirar atrás,
si mirar hacia delante,
únicamente camino ,
caminamos
y sé dónde me gustaría llegar,
y que quisiera llegar contigo,
y que es difícil
y que tantas cosas.
Mientras tanto...
Camino, caminamos,
Con miedo, con mil miedos.
Miedo a mí,
a no ser otra cosa más que yo,
a vivir sin quererlo,
a morir sin saberlo,
a que un día
tenga que soñar
que todo fue.
A este silencio que me pudre
a ese ayer que tanto azota,
a todo eso
y a todo aquello.
A que tanto miedo
haga que la eternidad a que jugamos
sea únicamente
un dulce paseo.
El medio se convierte en fin,
el fin, en principio,
y otra vuelta de tuerca,
otra vez en el mismo sitio.
El mensaje no es el masaje,
solo un nudo de esa cuerda
que se deshilacha a cada instante,
y cuyo nombre ya sabemos.
Sobre los árboles, estrellas y esperanzas
que se desnutren al ritmo de lugares
que en el fondo no se encuentran
y prefieren disolverse entre crepúsculos.
La penúltima batalla, que no se ha librado aún
de una guerra que nadie ha declarado todavía
aparece ejemplificando libros de historia,
era concebible tamaña derrota, y sin embargo,
prestas, las horas se lanzaban a la carga
muriendo una a una en una agonía estúpida.
Todo polvo en el viento, todo cenizas a cenizas,
y no habrá resurgires inesperados ni avances de otros capítulos.
Languidecer, si acaso, bajo otras galaxias,
lamiendo las heridas de puñales mal envainados
y recobrar poco a poco la memoria de dondé ardió
durante los únicos siete segundos malgastados de una vida.
Narra el barro sus heridas
con la única llamada de su plasma
y apela a ciertos andenes estrambóticos
en que golpeaba cierres de algodón
eclécticos por prénsiles.
Duda
si la rama que ansía la fragua
es un pedazo de alcanfor que rueda
hacia dónde vino la lluvia,
el nimio lado del accidente,
el camino
que atosiga insensato los raíles
y carcome espúreo cimas y riñones.
Cabe entonces deducir
que sin espuma ni anocheres se dilata
el umbrío constreñir de las pulsaciones
y aprender de una vez y para nunca
que de todo ésto,
algo es aire.
Así es:
La panadera ya me da conversación,
el camarero ya sabe lo que quiero,
reconozco ya varias plazas,
sé dónde ha aparcamiento y dónde no.
Puedo llenar casi todas mis tardes
e ir al cine casi dos veces por semana.
Siempre, o casi,
hay alguien al otro lado del teléfono,
y casi nunca me falta alguien
con quién tomar una cerveza
o echar una partida.
Duermo lo que quiero,
incluso demasiado.
Ya apenas como dulces
ni me juego el tipo en la autovía.
Tengo médico, y ya me llegan las cartas del banco.
Así es:
Todo es una mierda insoportable,
me siento más sólo que la una,
y por más tiempo que pase
únicamente me cabe una pregunta
y odio, odio de verdad
saberme tan bien la respuesta.
Y atrás como una herrumbre,
el dibujo desolado de una esperanza.
La hiel híbrida de la mirada melosa
y un librito ilustrado o un montón de algas.
Un día fue un encuentro,
un muñeco sin cuerda,
un misterio simplemente
o ciento uno sin resolver.
Un día fueron cuatro estrellitas en el oído
o unas palabras dichas tarde y mal,
un no viaje a una ceremonia
o un beso oculto entre pasta de dientes.
Una respuesta en el momento injusto,
una guerra interminada,
un fueguito de los deseos
que ardía demasiado.
Una mañana, o una noche, o una tarde
en que se rompieron las ausencias,
los cristales rotos todavía llamaban
y la pereza de los cuerpos llegó tarde.
Y luego el agujero marrón
en que rebotan aquellos relámpagos.
Una cascada sol y mina,
un rayo azul que a veces se cruza,
una frase que no se encuentra.
Otro silencio que es eterno
y este reguero inútil,
este nudo absurdo
esta aurora tan ilógica.
No por el sino, ni por el alma,
solo por ese fondo ilimitado de absurdez,
que es ese ansia tan infinita
de que doler sea otra cosa.
Y decir que ayer fue distinto,
mentir por sistema
sin saber hacerlo.
Soñar una vida que no es vida
pero no se sabe llamar de otra forma.
Fingir que todo va bien
que todo
tiene sentido
pero mirar
hacia atrás de reojo.
Buscando una señal que no llega,
que no va a llegar
pero por si acaso...
Y saberse artífice de todo
del pasado,
del presente,
del futuro,
y decirse que tal vez...
Y dejar pasar la vida por un lado,
lamentándose,
con la cabeza entre las manos
sin saber hacer otra cosa,
por no haber sabido,
por no haber podido,
por no haber querido.
Será un tiempo difuso
un tiempo lluvioso
un tiempo finito.
Será una bruma de invierno
un cartel de verano,
un roce simplemente.
Será una espera desesperada
y desesperanzada.
Un mutis por el foro.
Un clamor sin aplausos,
un pedazo de lápida
que se disuelve entre las manos.
y un regreso a las colinas
sin siquiera
los restos de un escudo.
No puedo mirar al cielo nocturno,
se me echa encima la espera,
aquella espera primeriza y primigenia
que empezaba a ser la última
y yo creí por un momento
que pude haber ido a tomar las aguas.
El mundo entra ahora en pausa,
se me parten los ojos a cada segundo,
que pienso qué hay ahí fuera.
Una nada cotidiana, un intento,
de que no vuelva el odio,
y de arropar con aquella otra nostalgia...
Pero todavía existen los espejos,
existen los amigos y sus casas.
Aquél amigo, aquella casa.
Y no, no dura lo que uno quiera
y otra vez
no puedo alzar los ojos
no puedo.secarme los ojos
no puedo aceptar ese abrazo
no me preguntes
qué quiero.
No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.
Epicuro 341-270 a.c.
Lo que pudo existir brilla un instante, Luego deja sus sombras marcadas para siempre, Fue tiempo de soñar, y sin embargo Estaban ya las cartas repartidas. (Luís García Montero. Habitaciones Separadas)
Tú no eres como los demás niñ@s -decía mi madre- Y si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio. (J. Winterson)